La salud de una ciudad no se mide solo en presupuestos o en cifras de crecimiento económico. Se mide en la calidad del aire que respiramos, en la sombra que protege a nuestros mayores y a nuestros niños del asfalto ardiente, en la biodiversidad que sostiene la vida. Y en esto, Zaragoza está fallando estrepitosamente.
Las organizaciones Ansar, Ecologistas en Acción, Alianza Emergencia Climática en Aragón, Amigos de la Tierra Aragón, quieren denunciar que cada día, reciben quejas de vecinos y vecinas indignados y desesperados. Fotografías de talas indiscriminadas recorren las redes: árboles de gran porte eliminados sin previo aviso, sin una justificación pública clara, en una ciudad cuya aridez hace que cada sombra sea un refugio y cada copa un pequeño pulmón.
Mientras el Ayuntamiento proclama su compromiso con la sostenibilidad y presume de ser un modelo para Europa, la realidad en las calles cuenta otra historia. El Plan Municipal de Adaptación al Cambio Climático señala el calor extremo como una de las mayores amenazas para Zaragoza, pero las políticas urbanísticas continúan actuando como si los árboles fueran un estorbo. Se tala con la promesa de que “ya se plantarán otros”, como si un árbol centenario pudiera ser sustituido por una plántula que tardará décadas en cumplir su función ecológica. Por otro lado, los más de 80 centros escolares de la ciudad siguen esperando el turno que no llega para que sus patios de cemento se renaturalicen.
La Comisión de Biodiversidad, órgano donde deberían informarse y debatirse estas decisiones, lleva siete años sin reunirse. Mientras tanto, los colectivos ecologistas y la ciudadanía organizada encuentran un muro de silencio: las preguntas a la Consejería de Medio Ambiente y a la Oficina de Acción Climática quedan sin respuesta.
La última agresión al arbolado se está produciendo en la Avda César Augusto, con la tala de ejemplares de gran porte en un tramo importante de la avenida. Según denuncian, esto no es un hecho aislado: en el Jardín Botánico han desaparecido árboles de gran envergadura sin que sepamos qué les pasaba y si era la única alternativa posible. Y lo más surrealista de todo: en la arboleda de Macanaz, un pulmón verde junto al Ebro, está siendo arrasada una parte de la misma para plantar vides de Garnacha. Con un presupuesto de 34.000 euros, pagado con fondos destinados a la “creación de espacios naturales”, se perpetra un acto de puro maquillaje verde que en realidad es un despropósito ecológico. Una viña no es un bosque de ribera. No aporta sombra, no retiene humedad, no mitiga el calor. Se podría continuar hablando de muchos otros casos que siguen la misma dirección, echando a perder nuestro patrimonio arbóreo, incentivando una jardinería industrial y empobrecida, condenando a las plantillas de trabajadores a labores repetitivas y sin horizonte, perpetuando grandes diferencias en los espacios verdes en función de los barrios, haciendo usos desmedidos y sin control del agua, abusando del césped o recurriendo a “brillantes” ideas – como las vides- que, en definitiva, niegan el gran abanico de posibilidades que una gestión ecológica, compleja, sensible y justa de nuestros espacios públicos merece.
Todo esto ocurre mientras la renaturalización de Zaragoza, la protección de los sotos de ribera y de los Pinares de Venecia quedan relegadas, abandonadas en favor del marketing y el espectáculo.
¿Cuántas calles habrán visto crecer estos árboles antes de que la sierra los alcanzara? ¿Cuántas remodelaciones, planes y proyectos habrán resistido con su sombra intacta, hasta que alguien decidió que ya no cabían en la ciudad?
Ante cada árbol talado el Gobierno Municipal justifica que ya se plantarán otros nuevos pero ¿cuántos de ellos sobrevivirán lo suficiente para darnos lo que estos nos daban? ¿Cuántos llegarán a ser altos y robustos antes de la siguiente obra que vuelva a talarlos?
Entre proyecto y proyecto, nos dejan sin árboles grandes, sin refugio, sin respiro a pesar de que llenan la ciudad de publicidad del Bosque de los Zaragozanos
No, señora alcaldesa, Zaragoza no es un ejemplo para Europa. No mientras se siga sacrificando el bien común al dios del hormigón y del negocio. Cada árbol nos duele.
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