En esta salida ornitológica realizada el sábado 18 de enero teniamos como objetivo ver águilas perdiceras (Aquila fasciata), siendo una especie en Peligro de extinción en Aragón y habiendo sufrido durante el siglo XX un serio declive en sus poblaciones, ralentizándose gracias a esfuerzos conservacionistas con la necesidad de aumentar el esfuerzo en esta dirección para que esta especie no desaparezca de nuestros cielos.
La mañana estaba fría, despejada con una buena rosada, en el camino de ida se veían movimientos entre los árboles y matorrales con vuelos bajos, en grupos pardillos, pinzones y jilgueros. Alguna cogujada y una sombra cruzó rápidamente el camino para desaparecer entre las ramas de un matorral, parecía una curruca rabilarga pero imposible asegurarlo, en la lejanía algún movimiento de zorzales, pero igual que con la curruca, no se podían distinguir bien. Antes de girar para el bosque, al fondo de la zona de cultivo de almendros entre cajas de colmenas, plantamos los telescopios para hacer un barrido del suelo y allí había una pareja de zorzales reales. Por desgracia al llegar a la zona del bosque no cantaba nadie y proseguimos silenciosos por este bello paraje.
Finalmente llegamos al observatorio del mirador de los buitres y estos volaban bajo realizando vuelos cortos cercanos a las rocas. Allí hizo acto de presencia el águila perdicera, después de unos minutos desapareció al otro lado de la ladera y ya no volvió a verse. Contábamos con la presencia del señuelo de quebrantahuesos instalado por la fundación para la conservación del quebrantahuesos con el objetivo de atraer ejemplares dispersantes a la zona y se instalen en este terreno propicio para ellos que esperamos que funcione. Poco a poco el sol fue ganando fuerza, los buitres comenzaron a subir alto cicleando en térmicas y desde el bosque comenzaban a llegar cantos y reclamos, carboneros, mitos, mosquiteros….
En el camino de vuelta se oyeron arrendajos muy lejos y algo más de movimiento en el bosque, en la zona dónde al venir intuimos a la curruca nos paramos un poquito y pudimos verla estupendamente. Nos acercamos a la entrada del monasterio, poco movimiento de grajillas, palomas, el chochin paleártico en la entrada, pero ni rastro de los arrendajos. Se había hecho tarde y nos acercamos al pueblo a comer, muy amables y todo muy rico, repusimos fuerzas y con los cafés calentitos seguimos mirando al cielo pero ni rastro de las perdiceras
Finalmente nos dirigimos a ver la preciosa cascada, paseamos por la orilla y paseamos hasta la carretera por las zona aledaña sin éxito, al subir a la carretera para volver al pueblo, disfrutamos de un carbonero garrapinos, serin verdecillo, mosquitero, pinzones, petirrojos y en el parque infantil un excepcional escribano montesino, nos regalo poses para fotografiarlo a gusto.
Deja una respuesta