El domingo trece de abril, gracias a la información del socio de Ansar y amigo, Ramón Lóngas, varios componentes del grupo de botánica hicimos un recorrido por los pinares de Torrero, en Zaragoza, para comprobar si las orquídeas, que allí crecen habitualmente, estaban ya en flor.
Pudimos comprobar que este año ha sido excepcional para la Ophrys ciliata, pues había extensas poblaciones de esta planta, por lo que teníamos que andar con muchos cuidado para no pisarlas. Aunque mucho más escasas, encontramos también Ophrys lupercalis, Ophrys lutea y Ophrys scolopax.
El género Ophrys (del griego “ceja”), al que pertenecen todas las orquídeas citadas, es inconfundible, pues todas sus flores presentan un labelo grueso muy característico. Su finalidad es atraer a determinados insectos machos para que las polinicen, con esa finalidad el mimetismo que han desarrollado ha llegado a tal extremo que no sólo se queda en lo morfológico, sino que incluso son capaces de producir olores similares a las feromonas secretadas por las hembras, con lo cual los insectos machos caen en la trampa y en su afán reproductor transportan los sacos políneos de unas flores a otras.
Entre las Ophrys ciliata vimos una muy curiosa, hipocromática, es decir, sin color.
Encontramos también en los pinares una pequeña población de una orquídea muy especial, la Orchis anthropophora, cuyas flores agrupadas en una densa inflorescencia, parecen imitar a pequeños hombrecillos de largos brazos y cabeza cubierta por un casco, de ahí el nombre de anthropophora, palabra que deriva del griego anthropos = hombre, y phoros= que lleva.
Esta orquídea, hasta hace muy poco estaba incluida en el género Aceras, debido a que la flor no presenta espolón, y se la denominaba como Aceras anthropophorum, pero recientes estudios sobre biología molecular han hecho que se integre en el género Orchis.
Una bonita mariposa pululaba por allí y también le hicimos fotos, era una Zerynthia rumina, la mariposa arlequín, propia de España y que al parecer se encuentra en peligro de extinción. Las orugas se alimentas de plantas del género Aristolochia, que también había por allí.
En fin, la mañana resultó muy fructífera y la terminamos a mediodía con unas frescas cervezas para aliviar el calor que habíamos cogido.