Es comentario generalizado el mal estado de nuestros ríos a su paso por Zaragoza. El Ebro, en este mes de mayo, nos está dando caudales próximos a 30 m³, muy por debajo de lo habitual. Ello origina que los contaminantes habituales se encuentren más concentrados y que el agua circule más lentamente, aspecto que se agrava en el caso de Zaragoza con la presencia del azud.
El dragado realizado durante varios años, en la margen derecha del tramo urbano para la navegación fluvial, aumentó el flujo del agua hacia esta margen con lo que en estos momentos, el nivel del agua en la margen izquierda es muy bajo. Este hecho, unido a las altas temperaturas, ha provocado la proliferación de macrofitos (algas) que previsiblemente irán en aumento en un horizonte de aquí a octubre y que son el espacio de asentamiento de la mosca negra.
Ante esta situación de emergencia, una medida paliativa sería abatir las compuertas del azud con el objetivo de facilitar la circulación del agua en el tramo de Zaragoza.
Por otra parte, esta disminución de caudales está provocando que la anchura del cauce se reduzca en muchos tramos lo que ocasiona que los aliviaderos, como los existentes en el Parque San Pablo y Puente de Hierro, vierten al río en momentos de lluvia sin que haya corriente en el río que los arrastre lo que provoca una acumulación de residuos y contaminantes en la proximidad de los parques urbanos y originar problemas de olores y salud pública.
Para resolver este aspecto relacionado con los colectores de aguas residuales, la renovación del mal estado de las depuradoras y el desdoblamiento del colector de Malpica, serían necesarios más de 17 millones . Pero si además tenemos que pagar un extra de 540 millones hasta el 2045 por el Impuesto de Contaminación al Gobierno de Aragón, el problema, si se quieren recuperar costes, es muy grave.
¿En que marco de Planificación de la Cuenca se dan estos hechos?. El problema del estado actual del río no es sólo que no llueve, sino que además existe una mala planificación de la Cuenca que agrava estos hechos. Actualmente se detrae el 40% de los caudales del Ebro, con la extensión de los nuevos regadíos previstos se llegará al 50%. Si contamos con los efectos del cambio climático, escasamente valorado, y que la modernización de regadíos no va a ser lo eficiente que se prevé, es fácil llegar a usos del 60%. Tenemos un río altamente privatizado.
En este escenario, recuperar el buen estado ecológico de la cuenca del Ebro, obligatorio por las leyes europeas para el 2027, se nos antoja una quimera y de consecuencias ambientales muy graves para la ciudad y todo el eje del Ebro
Mariano Mérida.
Red de Agua Pública de Aragón
Cuando se proyectaba la Expo 2008 de Zaragoza sus promotores incluyeron en el diseño un río de caudal estable y surcado por grandes barcos, al estilo centroeuropeo.
Luego se dieron cuenta de que nuestro Ebro es un río de régimen mediterráneo, con avenidas en invierno y primavera y, en la época estival en que se desarrollaba el evento expositivo, con fuertes estiajes. Nada que ver con un río centroeuropeo.
Para remediarlo, se procedió a una serie de reformas. La principal, retomar un proyecto que no era nuevo, la construcción de un gran azud, o pequeño pantano, en Zaragoza, y llevarlo a la práctica. Junto a la construcción del azud se procedió a otras reformas: un programa de continuos dragados en el río para mantener artificialmente un canal de navegación para barcos de calado y se llegó incluso a retirar parte de la solera del Puente de Piedra para permitir su paso.
De este modo, el azud de Zaragoza tenía como funciones el mantenimiento de una lámina estable de agua que diera la sensación estética de un río centroeuropeo y ayudar a la navegación de barcos de calado.
Todo este proceso llevó ya desde su planteamiento una fuerte oposición social. Parecía más normal –decían sus críticos- adaptar los barcos al río que no tener que adaptar nuestro río a los barcos. Una oposición que con el paso del tiempo no hizo más que aumentar, ante la demostración de lo absurdo de la medida: unos barcos que apenas podían navegar, con un elevado coste económico para la ciudad y ambiental para el río y sus habitantes.
Fruto de ello, recientemente se ha puesto fin a este sinsentido y el gobierno de Zaragoza ha decidido dejar de dañar al río y a las arcas municipales con los continuos dragados, lo que conlleva de facto el final de la navegación de barcos de calado.
Ante este hecho, se plantea en estos momentos la pregunta que abre el texto: ¿es necesario el azud de Zaragoza?
La función de mantener una lámina estable para el evento expositivo, acabado éste, se perdió. Y no tiene sentido mantenerla, no es una cuestión de estética –subjetiva- sino de cultura –objetiva-. No se trata de si me gusta más un río con estiaje o no, de si me gusta más un río mediterráneo o centroeuropeo. Se trata de que el Ebro, nuestro río, es mediterráneo. Repudiar su aspecto sería como repudiarnos a nosotros mismos. Si alguien planteara que le gusta más el estilo arquitectónico de la catedral de Burgos y que deberíamos de derribar el Pilar para levantar algo que imitara a la catedral de Burgos nos llevaríamos las manos a la cabeza. Pues esa misma cultura es la que nos une a nuestro Ebro, un río mediterráneo.
Y la función de ayudar a la navegación de grandes barcos ya no tiene sentido, suspendida dicha navegación.
Se une a ello que en estos momentos la sociedad pública que gestionaba el azud “Zaragoza @Desarrolo Expo” está en proceso de disolución y hay que decidir por tanto qué se hace con esa gestión, que supone un importante gasto anual para las arcas municipales en mantenimiento de las compuertas.
Ante ello, tenemos un azud que ha perdido las funciones para las que fue creado y con un coste económico elevado para todos los zaragozanos.
Cierto es que, como efecto indirecto, es usado –el azud y las instalaciones del puerto aledaño- para la práctica de algunas modalidades deportivas, como el piragüismo. Pero no es menos cierto que nuestra ciudad sin necesidad del azud ha sido un referente en piragüismo con campeones nacionales y medallas olímpicas. O que al eliminar la solera del Puente de Piedra al tiempo que se construía el azud, aparte del daño cultural, también se eliminó el efecto estabilizador que producía y que facilitaba la práctica del piragüismo. O que instalaciones que deberían haber servido para la práctica del piragüismo, han terminado destinadas a otros usos, como el actual restaurante Aura, con su inservible rampa para piraguas como testigo.
A este análisis se suma que el azud le provoca una importante afección al Ebro. Un río es por definición una corriente de agua, lo peor que le puede pasar es que esa corriente se detenga, y eso es lo que hace el azud. Eso conlleva la pérdida de “salud” del río: aguas estancadas, aumento de la temperatura…
Y esa pérdida de salud trae una serie de consecuencias indirectas. Favorece una serie de factores. Insisto, favorece, no los produce, pero sí los ayuda. Favorece la presencia de macrófitos (las “algas”), que a su vez ayudan al aumento de la mosca negra. Favorece la presencia de especies invasoras como mejillón cebra o siluro… no es casualidad que estos elementos hayan disparado su presencia tras la construcción del azud.
Así pues ¿qué hacemos? ¿Mantenemos el azud de Zaragoza tal y como está? ¿Nos planteamos recuperar nuestro Ebro a su paso por la ciudad? No son preguntas para responder ahora mismo. Son para hacérnoslas, recabar la información, pensarlas con todas las partes implicadas y tomar una decisión. Pero eso sí, son preguntas para formular, nuestro Ebro se lo merece.
Paco Iturbe.
Artículo publicado en el Diario.es
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