Octubre 2016
El año va transcurriendo y después de un verano cálido y muy seco, ha llegado el otoño. El vivero comenzará en pocos días a transformarse, las hojas de los árboles y arbustos caducifolios apagarán su color verde y una vez encendidas con sus tonos amarillos, anaranjados y rojizos caerán dejando paso al invierno.
A pesar de ello el vivero no perderá totalmente su color, ya que las numerosas especies de árboles y arbustos perennes, tan comunes en nuestros montes, seguirán recompensándonos con su color.
Este ha sido un buen año para nuestro jardín, las especies autóctonas han crecido de forma apreciable, y muchas de ellas nos han recompensado con sus frutos, que ahora podremos recoger y volver a sembrar.
En los alveolos, las semillas que plantamos hace unos meses, se han transformado en pequeñas plantas, que utilizaremos para realizar repoblaciones en distintos lugares de nuestra tierra.
Otro elemento importante del vivero lo constituyen las balsas de agua, son mucho más que una pequeña reserva de agua para casos de emergencia, son unos fascinantes ecosistemas llenos de vida y un refugio para la fauna anfibia, tan necesitada en nuestras secas tierras.
Su mantenimiento no es costoso pero sí que hay que dedicarle un tiempo. Este año se han reparado o reconstruido dos de las cuatro balsas que tenemos y en estos momentos todas ellas están cumpliendo su importante función.