Se puede alimentar al mundo si se practica una agricultura biológica a la altura del ser humano.
Nota: este artículo es el resultado de leer “Las cosechas del futuro” de Marie Monique Robin y recoge los apuntes que me han parecido más significativos, organizándolos y añadiendo algún comentario contextual, por ejemplo, nombrando al lindano, tan de actualidad ahora en Aragón. Las personas sensibilizadas con la conservación de la naturaleza y el deterioro del medio ambiente debemos profundizar en el conocimiento de la agroecología y de lo que significa el concepto de soberanía alimentaria.
Introducción
El concepto de agroecología en su aplicación bajo diferentes modalidades, hasta la más compleja, la agricultura biodinámica, está avanzando a pasos agigantados porque la agricultura convencional intensiva no solamente ha tocado techo a nivel productivo sino que es considerada cada vez más como un auténtico fracaso por todas sus consecuencias negativas, sociales, económicas y ambientales. Sociales porque ha supuesto la ruina de millones de pequeños campesinos, desestructurando las sociedades rurales tradicionales y porque no ha solucionado el problema del hambre en el mundo. Económicas porque la globalización de los precios no ha mejorado el acceso a los alimentos en gran parte del mundo, sino más bien lo contrario. Ambientales por el empobrecimiento y la erosión de los suelos, la contaminación del agua, la destrucción de los bosques, la emisión de gases de efecto invernadero, la pérdida de biodiversidad natural y de variedades cultivadas y razas autóctonas, la contaminación genética y el deterioro de la salud humana por el uso de pesticidas.
En este artículo repasaremos por un lado las críticas a la agricultura intensiva y por otro, diversos aspectos de la agroecología. También reflexionaremos en esencia acerca de la relación sensible entre el ser humano y la tierra que lo alimenta, desde una perspectiva filosófica y ética, haciendo referencia a la antroposofía.
Crítica a la agricultura intensiva
Iniciaremos esta crítica con las palabras de Vandana Shiva, famosa activista ecologista y feminista Hindú, que estuvo presente en la tribuna del agua de la expo de 2008: “La revolución verde fue un fracaso. Llevó a una reducción de la diversidad, a un aumento de la vulnerabilidad ante las plagas, a la erosión y a la contaminación de los suelos, a la escasez de agua, a un descenso de la fertilidad de la tierra y de la disponibilidad de los alimentos nutritivos para las poblaciones locales, al desplazamiento fuera de sus tierras de muchísimos pequeños campesinos, al empobrecimiento rural y a un aumento de las tensiones y de los conflictos sociales”.
Y también incluiremos estas otras del Ingeniero agrónomo francés, Marc Dufumier: “Se comprende por qué los daños causados por el modelo que ha arruinado o hecho desaparecer cientos de miles de granjas en el mundo son tan numerosos como variados, y su lista no es exhaustiva: pesticidas residuales en nuestra comida, contaminación química de las aguas, del aire y de los suelos, disminución de la calidad gustativa de los alimentos, descenso del nivel de las capas freáticas, invasiones intempestivas de especies rivales o predadoras, epidemias provocadas por nuevos agentes patógenos, reducción de la biodiversidad, gran dependencia de las energías fósiles, emisión cada vez mayor de gases de efecto invernadero, erosión o desalinización acelerada de los suelos, deslizamientos del terreno…”.
En agronomía industrial los productos de síntesis, abonos químicos y plaguicidas no son únicamente una fuerza adicional. Se han vuelto indispensables: la piedra angular del sistema, un factor imprescindible de productividad. Por analogía con las drogas, se puede hablar de una forma de adicción en la medida en que los agrosistemas así constituidos son cada vez más dependientes de estas moléculas para mantenerse, pero también porque para producir los mismos efectos necesitan dosis cada vez mayores o nuevas moléculas. Los defensores de los plaguicidas desarrollan una mentalidad de asediado con relación a su entorno natural.
La guerra en el suelo es el resultado de un conflicto entre el derecho natural de la humanidad a tener comida fresca procedente de un suelo fértil y los beneficios que buscan algunos representantes del “big business”, es decir, los fabricantes de abonos de síntesis y sus empresas satélites que producen venenos para proteger los cultivos y que preparan medicamentos para las enfermedades del ganado y de los seres humanos.
En Francia, tres cuartas partes de las aguas de las cuencas hidrográficas contienen glifosato (el famoso herbicida Round up) y otros 6 pesticidas que están prohibidos desde 2003. En España, la cuenca del río Gállego, aguas abajo de Sabiñanigo estará contaminada por lindano (pesticida ya prohibido) por muchos años.
Se puede afirmar que la erosión de los suelos no es sino el signo visible del fracaso total de la política agrícola y es de esperar que en los años futuros, los abonos químicos serán considerados una de las mayores estupideces de la era industrial.
Como recuerda Marie Monique Robin en su obra “Las cosechas del futuro”, toda la industria agroquímica se inicio en la reconversión de la industria química de guerra, después de la segunda guerra mundial, con la escusa de tener que producir muchos alimentos y de resolver el hambre en el mundo. Después de casi un siglo de agricultura intensiva, constantemente “modernizada”, resolver el hambre en el mundo no va por buen camino.
El uso de pesticidas, convertido en negocio, se ha disparado y su uso no es muy eficiente. Por ejemplo, la cantidad de pesticidas que llega a la plaga puede ser menos del 0,1% de los pesticidas aplicados y el resto pasa al medio ambiente, con una volatilización de hasta un 80 y 90 %. En el mejor de los casos, solo el 50% del pesticida alcanza su objetivo, por lo que la capacidad de causar daño es terrible. Muchos estudios demuestran también que la exposición a los pesticidas puede provocar efectos negativos en el sistema de reproducción, en el sistema hormonal y endocrino, o el sistema neurológico, que llevan a las enfermedades de Parkinson o de Alzheimer, o incluso en el sistema inmunitario. Los estudios más sólidos relacionan directamente a los pesticidas con el cáncer. Esta grave realidad ha sido recogida en el documental impactante “Nuestros hijos nos acusarán” del realizador francés Jean Paul Jaud.
Otra crítica se refiere a la manipulación de los precios. Por poner un ejemplo, el precio de una coliflor procedente de la agricultura química está completamente falseado porque quienes lo fijan no tienen en cuenta todos los costes indirectos que conlleva su modelo de producción: costes de la contaminación del agua y del aire, de las inundaciones, del calentamiento global, de los enormes gastos energéticos, de las enfermedades crónicas de los campesinos o de los consumidores enfermos a causa de los pesticidas. Ni tampoco las repercusiones sobre la biodiversidad, las aves, las abejas… Si se tuvieran en cuenta todos estos costes externos que no son visibles y se fueran sumando, entonces, los productos de la agroecología serían mucho más baratos, al no conllevar este tipo de inconvenientes.
La preparación del suelo mediante el laboreo perturba la vida microbiológica y la constitución del humus nutritivo porque hay toda una serie de organismos, como los hongos del suelo, que necesitan tiempo para desarrollarse. Un suelo desnudo es un sinsentido desde el punto de vista biológico. La agricultura tradicional se basa en la artificialización del suelo al que se considera un mero soporte, cuando, en realidad el suelo es un auténtico organismo vivo.
Los suelos sin cobertura vegetal sufren una descomposición rápida de la materia orgánica que causa emisiones de CO2. Si conseguimos hacer funcionar al suelo como un sistema, con todos sus componentes vivos, entonces tendremos plantas sanas, cosechas seguras y abundantes, y alimentos de calidad. La presencia de plagas es signo de suelos que carecen de buena salud.
En la agricultura convencional hay una forma de intensificación que se basa en la dependencia de los insumos, ya sea la química o la mecanización, lo que implica un uso exagerado de recursos naturales. Además las multinacionales del sector intentar imponer sus semillas patentadas que llevan a la desaparición de la diversidad genética cultivada. Así, En el transcurso de la migración y expansión histórica del trigo, se calcula que hasta principios del siglo XX existían unas 200.000 “poblaciones de región”, es decir, variedades locales adaptadas a unos territorios específicos y sus condiciones climáticas y ambientales. La globalización ha hecho desaparecer muchas de ellas.
Investigación comparativa
Debido a la afirmación reiterada por autoridades de todo el mundo (sobretodo occidental) que la agricultura intensiva produce mucho más que la agricultura agroecológica y que está última no puede dar de comer al mundo, se han desarrollado diversos estudios comparativos. Y ahora se empiezan a tener resultados significativos. En Estados Unidos, el Instituto Rodale ha llevado a cabo un estudio comparativo a lo largo de un periodo de 30 años. El estudio se ha realizado en dos fincas similares, con los mismos cultivos. La una gestionada en intensivo, y la otra en agroecológico. Los resultados es que durante los cinco 5 primeros años (transición), los rendimientos fueron inferiores en agroecológico. A partir de entonces, fueron similares, año tras año, pero fueron superiores en caso de sequía. Cuando las plantas gozan de buena salud tienen unos poderes verdaderamente considerables de defensa natural contra todos los parásitos, incluidos los hongos (Albert Howard) y frente a episodios climáticos adversos.
El hecho de tener que recurrir a un tratamiento debería considerarse un fracaso agronómico.
La ONU ha comprobado los beneficios de la agricultura biológica y afirma que en un 93% de los casos estudiados mejora la fertilidad de los suelos y el aprovisionamiento del agua, aumenta la agrobiodiversidad y el secuestro de carbono y aumento de la productividad por hectárea.
La agricultura campesina
La agricultura intensiva en grandes superficies y la liberalización del comercio han tenido consecuencias muy nefastas en los pequeños productores campesinos que mantienen las sociedades rurales causando el abandono del campo y la migración masiva a las grandes ciudades (caso de Méjico, por ejemplo).
Se da el caso que quienes producen la alimentación son también los más vulnerables en el acceso a la alimentación si se convierten al monocultivo y si los precios son manipulados.
El problema fundamental es que los campesinos nunca participan en la definición de las políticas agrícolas o de los progresos tecnológicos que podrían permitirles mejorar su situación. Se podría, por ejemplo, retribuir a los campesinos que mantienen los ecosistemas, que cuidan sus suelos, no contaminan el agua, protegen la biodiversidad, promueven las abejas; se podrían recompensar todos estos servicios rendidos a la sociedad. En la legislación española es lo que se denomina “contrato territorial”, una medida bienintencionada que apenas ha visto la luz.
Apoyemos a los campesinos para que dejen de ser los rehenes, incluso las víctimas, de un modelo agroindustrial que a la larga lleva a su ruina y a la del planeta.
Los campesinos se han convertido en unos asalariados modernos de estos actores globalizados que determinan por ellos la cantidad, la calidad y los precios de lo que deben producir. Literalmente, están atrapados entre las piezas de este sistema que no tiene absolutamente nada que ver con un “mercado libre”.
Agroecología en diversas modalidades
En agroecología hay una forma de intensificación que se llamaría “funcional ecológica”. Es decir, se basa en los recursos locales, en circuitos internos, y evita al máximo los insumos exteriores. Generalmente es más eficaz desde el punto de vista de los costes de producción, pero también más ahorrador en recursos porque existe una preocupación por su conservación y su regeneración. En la agricultura biológica, el campesino no es solo un productor de materias primas o de alimentos, también es el gerente de un sistema ecológico.
Los fundadores de la agronomía biológica reivindican abiertamente la “herencia agraria de la humanidad”, su proceder va más allá de un simple rechazo del uso agrícola de las tecnologías surgidas de la guerra química. Lo que les une es sobre todo el rechazo de “un proyecto y una visión particular del ser vivo y de su gestión nacida y desarrollada progresivamente en Occidente”. Se oponen al doble modelo del “animal-máquina y de la lucha como modalidad de ser”. Piensan que una tierra maltratada e incluso envenenada no puede producir alimentos sanos, y que hay que cuidar el suelo para alimentar bien a los seres humanos…
La agricultura biodinámica es una agricultura que garantiza la salud del suelo y de las plantas para procurar una alimentación sana a los animales y a los seres humanos. Se basa en una comprensión profunda de las leyes del ser vivo adquirida por medio de una visión cualitativa global de la naturaleza.
Una visión filosófica: antroposofía y agricultura biodinámica
La antroposofía, del griego sabiduría del hombre, se presenta como una filosofía de vida, una manera de ver e interpretar el mundo. Es una cosmovisión que permite profundizar las relaciones entre la naturaleza, el Hombre y el Cosmos, encontrando las respuestas para las preguntas que surgen sobre los misterios de la vida. Ha sido desarrollada en los comienzos del siglo XX por Rudolf Steiner (Croacia, 1861, Suiza, 1925): “ Una agricultura sana debería producir en sí misma todo aquello que necesita”. Y también : “la explotación agrícola biodinámica constituye un auténtico organismo que debe bastarse a sí mismo. Unidad de base de un paisaje agrícola dotado de una salud y de una capacidad de producción sostenible, es la garantía de la estabilidad de una sociedad ante las crisis políticas y económicas que puedan surgir”.
El agricultor crea, vivencia una multitud de vínculos, una relación muy estrecha, incluso íntima, con todos los organismos vivos que pueblan la tierra. Es preciso dar un valor particular al oficio de agricultor, garante del vínculo del ser humano con la tierra.
En cierto modo, la tierra es la fuente de todos los bienes. “Hay algo en mí marcado por el ritmo biológico de la creación y que me identifica con la tierra”. Esta alianza escrita en nosotros nos invita a los campesinos a tomar conciencia de que la tierra es un don de Dios a los seres humanos…Trabajándola, descubriendo todas sus potencialidades y adaptándose al ritmo de las estaciones, el campesino desarrolla en sí mismo sabiduría, paciencia, constancia, perseverancia, porque la técnica no es suficiente. En el amor a esta tierra, es donde el campesino alimenta y perpetúa su entusiasmo en el trabajo. Si hoy en día, el planeta está amenazado por los peores males, es precisamente porque los seres humanos han perdido su “vínculo con la tierra” olvidando que esta es la matriz original de la vida.
La grave crisis ecológica por la que estamos pasando se debe a un sistema de explotación capitalista de los recursos naturales y humanos basado únicamente en la búsqueda del beneficio, y que excluye toda reflexión ética sobre los vínculos que unen a los seres humanos con el mundo que les rodea. Se trataría de una auténtica amputación cerebral, cognitiva y sensitiva, mediatizada.
La antroposofía transforma la ciencia en práctica de vida y la práctica de vida en cultura espiritual.
Agrosilvicultura
La agrosilvicultura es una técnica agrocológica que asocia cultivos de árboles con cereales, hortalizas etc. La ventaja de la agrosilvicultura con relación a los monocultivos es que introduce biodiversidad en los sistemas agrarios, lo que reduce prácticamente a nada el azote de las plagas. Esta técnica deja de considerar al árbol como una fábrica de hacer madera o de producir toneladas de fruta en un vergel intensivo. El bosque no se considera un enemigo sino un recurso que hay que domesticar y valorizar. La agrosilvicultura considera que los árboles constituyen la columna vertebral de los paisajes agrícolas y muestra como los sistemas agrícolas más duraderos y más productivos son aquellos que presentan una densidad importante de árboles comprendida entre un 30 y un 50% de cobertura de la superficie cultivada. El árbol suaviza el clima, alcanza nutrientes y aguas profundas y los acerca a la superficie para beneficio de otros vegetales. La agrosilvicultura busca alianzas entre diferentes estratos vegetales, tal y como ocurre en la naturaleza.
El seto vivo
El seto vivo es otro elemento tradicional de los paisajes rurales en el que cumple funciones múltiples y es objeto de muy diversos aprovechamientos. Es un seto mixto, mezcla de especies plantadas y espontáneas diversas. El árbol ideal produce madera, fruta y forraje; su corteza tiene propiedades medicinales, fija el nitrato atmosférico, tiene un enraizamiento profundo que le permite luchar contra la erosión, sin competir con los cultivos vecinos, es resistente a la sequía, de crecimiento rápido y bueno para albergar mucha biodiversidad. Cómo el árbol ideal no existe, el seto vivo es una composición variada de árboles, arbustos y otras plantas que cubren todas estas funciones. Por ejemplo, para luchar contra la plaga principal del peral, los productores rodean los vergeles de setos formados por avellanos, tilos y hiedra para abrigar a los predadores auxiliares. Esta técnica se ha convertido en la defensa más eficaz ante la resistencia de la plaga a los insecticidas corrientes. Igualmente, ciertas especies de árboles en floración, como el serbal, el manzano y peral salvajes, el cerezo silvestre, pero también el roble, atraen a los dípteros sírfidos, buenos polinizadores y cuyas larvas se alimentan de otros muchos insectos.
Las plantas interactúan entre sí (alelopatía). La cuestión es encontrar el equilibrio entre todos los elementos del ecosistema y una vez que se ha encontrado el equilibrio, todo funciona fácilmente.
La “lucha contra las plagas”
Durante el siglo XIX las prácticas de lucha contra los insectos forestales se inspiraban en las prácticas en vigor en los huertos y en los métodos artesanales empleados por los entomólogos tradicionales: capturar cada insecto a mano, agitar un árbol para recoger los individuos caídos al suelo, rodear los troncos con papel adhesivo para atrapar los insectos trepadores, etc. Así existe una armonía perfecta entre la visión que los entomólogos tienen de los insectos y la manera como los tratan. Este concepto cambia radicalmente a partir de la década de 1890 cuando bajo el impulso de entomólogos entusiastas del darwinismo se empiezan a ver aparecer unas imágenes y unos textos que presentan a los insectos forestales como “masas de insectos”, como plagas, para la enorme dicha de las empresas químicas. Hoy en día, la lucha contra las plagas y las malas hierbas se ha convertido en la obsesión de muchos agricultores y hortelanos, víctimas de la publicidad y de los comerciales de productos fitosanitarios.
Apuntes acerca del futuro de la agroecología
- La crisis de la alimentación nada tiene que ver con una escasez de alimentos…
- Sabemos exactamente lo que hay que hacer para cambiar este mortífero sistema agroindustrial, tomar medidas políticas y…prácticas…
- Desde las revueltas del hambre y la crisis alimentaria galopante ya no se encuentra a nadie para justificar unas políticas que han sumido en la miseria y empujado a millones de pequeños campesinos a los barrios de chabolas de las ciudades.
- Un error fundamental ha sido tratar la agricultura como un bien comercial como los demás y es absolutamente imprescindible dar marcha atrás…
- El gobierno cubano fomentó la creación de un inmenso cinturón verde en torno a La Habana y las grandes ciudades del país, constituido por miles de huertos que hoy permiten vivir a 350.000 personas y cubre el 50% de las necesidades locales de alimentos frescos y biológicos.
- El calentamiento climático, con sus sequías y sus huracanes cada vez más frecuentes, es lo que va a acabar por dar el golpe de gracia a la agricultura industrial. La única alternativa es la agroecología, que es la antítesis de la agricultura industrial porque no es una agricultura basada en unos insumos sino en unos procesos que trata de optimizar.
- La agroecología es una disciplina con una fuerte intensidad de saber: comprender cómo funciona nuestro agrosistema.
- La FAO indica que en América Latina los pequeños campesinos representan el 80% de los activos agrícolas pero que solo controlan el 20% de las superficies cultivadas aunque ellos son quienes producen el 50% de los alimentos que se consumen.
- Se calcula que a lo largo de la historia los pequeños campesinos han desarrollado aproximadamente 1 millón de variedades vegetales, mientras que los seleccionadores de la revolución verde solo han creado 7.000.
- Los transgénicos: parece ser que el hecho de introducir un gen exterior hace perder rendimiento al maíz. El problema es que cada vez es más difícil encontrar semillas no transgénicas…
- Si se tiene más diversidad, se tienen menos problemas con los parásitos…
- Introducir rotaciones de cultivos, curar los suelos. Poco a poco hacen falta menos pesticidas, menos abonos…los costes son menores…
- Hay que reestructurar completamente los mercados creando unos medios eficaces de control de la competencia pero también las costumbres de los consumidores, hacia un consumo de productos locales y de temporada.
- “La agricultura natural es el fundamento práctico de un movimiento espiritual, de una revolución capaz de transformar la manera de vivir del ser humano”
- Que los campesinos que practican la “agricultura natural” dejen de interesarse por la cuestión del precio de sus productos…que son una invención del hombre…
- La superficie actual cultivada del planeta es suficiente para alimentar a la población actual y venidera, si se hace en agroecología…
- El oficio de campesino es el más bonito del mundo: es el más filosófico, el más artístico y el más humano porque entre el cielo y la tierra se vive de manera muy humana…
- La agroecología ganará esta batalla no contra algo, sino únicamente por algo grande y hermoso, susceptible de entusiasmar a la joven generación…
Y para terminar…
Y para terminar, traduzco estas palabras de Olivier De Shutter, alto comisionado de Naciones Unidas para la alimentación, que son la conclusión de una entrevista para el periódico “Le Monde”.
“Antes, creía en el Estado todo poderoso, ahora creo en la toda poderosa democracia. Ya no pienso que tengamos que esperar con pasividad a que actúen los gobiernos por ellos mismos. Los bloqueos son demasiado numerosos; las presiones que sobre ellos se ejercen son demasiado reales; y los actores que obstaculizan el cambio son demasiado poderosos.
Pienso que la transformación de los sistemas alimentarios tendrá lugar a partir de iniciativas locales. Por todos lados en el mundo veo ciudadanos hartos de ser considerados como meros consumidores o electores y que quieren ser verdaderos actores del cambio, inventando maneras más responsables de producción y consumo.
El mensaje final que entrego a los gobiernos, es la necesidad de democratizar los sistemas alimentarios. Esto significa que deben admitir que no poseen todas las soluciones y que han de otorgar un lugar importante a los ciudadanos para la toma de decisiones. Creo más en una transición impuesta por iniciativas venidas desde abajo que por reglamentaciones impuestas desde arriba”.